Que el primer diálogo que entablas cuando vas de vacaciones es: - Bonsoir
- Bonsuá. I´ve got a reservation...
- I don´t think so!
no hace presagiar nada bueno de lo que puede deparar el resto del fin de semana. Aclarado el malentendido (ese soy yo) tengo que moverme a otro hotel de la misma cadena, al lado de la Ópera. Gano una estrella y proximidad al centro, pierdo 2 horas. Dejo el macuto y doy un paseo por los alrededores, para visitar las galerías Lafayette y su famosa cúpula y el Zara que está enfrente y sus famosas montañas de ropa desordenada. Vuelta al hotel para repasar la guía turística y a la calle de nuevo a buscar el restaurante recomendado más cercano. Segunda sorpresa y lección aprendida: nunca compres guías turísticas de oferta a 5 € en un Carreful (o por lo menos asegúrate que no sea de hace 7 años), si no quieres
encontrarte que el restaurante con encanto recomendado es ahora una franquicia o un todo a cien. Pues hala, a la aventura. No salió mal la cosa. Alcachofas con huevo y salmón ahumado sobre base de mostaza a la Antigua, magret de pato con tallarines fresco y de postre, una delicia, Souflé Glacé al Grand Marnier. Rico, rico. Qué menos para cerrar el día que un buen concierto de Jazz. El tema es dar con él. Acabé en el Hotel Meridien, al pie de un buen Manhattan. Una hora de musiquilla & bourbon y vuelta al hotel. En total, un paseillo de 10 km de nada.

és de 3 horas dándole la espalda el sol, me quedo sacando fotos a ovejas y vacas a pie de calle. Otro punto del evento eran los chiringuitos con viandas típicas de distintas regiones de Francia. Ocasión para probar cidre de Bretagne. Y para forrar un riquísimo bocadillo de carne picada y queso de Raclette, de la región Rhone-Alpes (Les Fromages de Savoie), regado de una copichuela de vino y rematado con unos fresones. Energía para la tarde. Sobremesa en el Hospital de los Inválidos, viendo armas y más armas (Musée de l'Armée).
Pues nada. Suma y sigue. Próximo objetivo: los Champs du Mars. De camino, me pillo la Velib, bicicleta de alquiler, el mejor método que he visto para conocer París. Atravieso la Bastilla, el Quartier Latin y demás y llego a los campos de Marte. Pero no había marcianos, sino policía. Mucha mucha policía. De remate, los aparcaderos de las bicis bloqueados. Seguimos para bingo... todas las calles de los alrededores cerradas por la policía con vallas, me registran la mochila y ahí sigo, pedaleando más que Pancho en Verano azul. Quiero llegar a Trocadero: bloqueado. Cuando llego al puente de l'Alma me apetecía homenajear a Lady Di y tirarme de cabeza contra el primer pilar. Vuelta a Trocadero. Aparcaderos inutilizados. La foto de la torre, para mejor ocasión. Tras mucho pedaleo, encuentro unos aparcaderos libres. Al fin. Echo a andar. Miro el mapa... y cojo la primera bicicleta que encuentro, porque ya estaba a cierta distancia de cualquier cosa digna de visitar. Para liberar un poco de tensión, nada mejor que un poco de deporte de riesgo: atravesar la Plaza del Arco del Triunfo en bicicleta, con los coches cruzándose por delante y por detrás. Después del medio desastre, para acabar el día, algo que no falla: Montmartre. Dejo la bici, ceno algo (ensalada con patatas fritas encima, riquísima) y me voy al Sacre Coeur, a ver un poco de Paris la nuit, antes de irme a dormir.
Versalles (o seguro que me ha mirado un tuerto)
Al día siguiente, fiesta nacional, me mudaba a un hotel en Velizy, supuestamente ideal para visitar Versalles. Sólo 10 km. Después de llegar a la última esta
ción de metro, me voy a la parada del autobús que supuestamente me iba a dejar en la puerta del hotel. Después de media hora le pregunto a otro chaval que estaba esperando el supuesto autobús. Tras muchas llamadas y una hora de espera me dice que no hay autobús. A buscarse la vida tocan. Cruzo el puente de Sevres y cojo el tranvía a Chaville-Velizy (no era tan difícil...). Ya, pero la estación está en Chaville y Velizy está a 5 km de Chaville. Autobús a Velizy... peeeeero el hotel está en una zona lejos del centro. Otro autobús más. Dejo las maletas y me voy a coger el autobús que supuestamente viaja directo a Versalles. Tras una hora de espera y ver que lo del día festivo es contagioso, cojo el primer autobús con enlace a una estación de tren. Mientras el cajero me rechaza la tarjeta para pagar el billete veo como pasa el tren. Me cuelo y tomo el siguiente - billete a pagar en estación de llegada para poder salir.
Sin duda, descendiente directo de Cartier Bresson. Ya de vuelta a la estación, ésta está cerrada: ha habido un incendio. Pregunto a unos chavales que me dicen que hay otra estación. Tras una buena caminata, tren de vuelta a Chaville-Velizy. Oh, sorpresa. El horario de autobuses se había terminado media hora antes. Pues nada, a caminar 5 km. Menos mal que un buen samaritano, primo del Neng de Castefa, me llevó en su macrotuneado auto hasta la entrada del hotel.
De vuelta, ¿fin? de la pesadilla
El último hotel lo pillé en un pueblo "cerca" del Charles de Gaulle, que tenía el vuelo a las 7.35 y no era plan de perderse en un atasco. ¡Si estuviese en un atasco significaría que tenía en qué ir! A las 23.00 de la noche anterior me entero de que el shuttle anunciado en la web del hotel funciona a partir de las 9.30, que la parada de autobús directo que hay detrás del hotel es sólo para dejar gente, no para recoger y que no hay paradas de taxi en aquella m()&(/%da de polígono. Finalmente, una luz de esperanza: a las 5.45 hay un autobús directo desde la estación (la que está a 600 m y no a los 300 anunciados). A las 5.40 como un clavo en la parada. A las 5.50 pregunto y me dicen algo de llamar por teléfono. NPI. Pregunto por taxis. "Aquí no hay ninguna parada" me decía un hombre mientras veía como en el cruce que había a 20 metros pasaba un taxi. La gente en la terraza (¿qué hace gente en una terraza a las 6 de la mañana?) me miraba raro, mientras blasfema en hebreo. Eran todos del sur del Mare Nostrum. Igual era por eso. :)
Me resigno a esperar al autobús y que sea lo que sea. A la 6.30 se suben unos revisores en la estación de Roissypole. Les pregunto por el aeropuerto y me dicen que me tengo que bajar ahí y coger un tren. 6.32. Cojo el tren. Por fin en el aeropuerto, pero todavía no en la terminal correcta. Espero la lanzadera. 6.40. ¿Cuánto tarda? 18 minutos. Sigue una ruta circular y la terminal G es la última. A las 7.00 estaba en facturación, poniendo cara de dame cinco durinos pa'l Alsa y factúrame esta maleta.
En fin, que da gusto conocer sitios y, sobre todo, relajarse. Total, ¿qué puede salir mal? No obstante. Me sigue encantando París.
Fotos de París
Fotos de Versalles